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La vista cansada

Hermosa cabeza tienes

Hermosa cabeza tienes

Presentación. En la esquina derecha del ring, con calzón de cualquier color menos rojo, concentración de la AVT en la Plaza del Pilar de Zaragoza. Indudable caché en los cabezas de cartel, no sin cierto tufillo a precampaña: Alcalde, Buesa, Suárez... (para los no iniciados, los Zaplanas y Acebes de esta nuestra comunidad). Tarde agradable y soleada. Poco margen para las medias tintas. Una reivindicación clara: De Juana, vuelta al trullo.

En la esquina izquierda, sin calzón y sin saber dónde se mete, la Agrupación de Comparsas de Almansa (Albacete), por cortesía de la Casa de Castilla-La Mancha en Zaragoza, recorriendo las calles del centro de la ciudad. Pasacalles lúdico festivo con comparsa de Moros y Cristianos y dos bandas de música, concretamente la municipal y la de Garrapinillos. Suficientemente español, a priori -quizá convenga recordar aquí que en este tipo de eventos esos pérfidos remedos de mujahidin siempre acaban palmando-.

 

Combate a un solo asalto. La llegada de los manchegos, disfrazados de malvados moritos, exalta los ánimos de los manifestantes. De manera inesperada el folclor patrio se convierte en arma de doble filo: trifulca, insultos, empujones; rabioso clamor al grito de “asesinos” y “fueras” contra las huestes almorávides redivivas. Indignación en los unos, pavor en los otros. Olvidada en mitad de la refriega reluce la curiosa pero infructuosa coincidencia ideológica de ambos bandos, plasmada en la cartelería de los auvetenses: España no se rinde. En la confusión vuela alguna guantada hacia la prensa, con el oscuro anhelo de atinar en la cara de algún masón de PRISA.

Se desconoce el paradero exacto de los candidatos a esas alturas del cisco. La Local y la Nacional median en la contienda; un cordón policial evacua tamaña ofensa disfrazada de animado desfile. El Cid se retuerce en su tumba, dudando de si acertó con el bando. Por la plaza, finalmente, una única certeza: ha sido cosa de Rubalcaba.

 

Crónicas de la velada. El representante de la AVT comenta con cautela que “no había suficiente espacio para todo el mundo”. El candidato al Gobierno de Aragón por el PP habla de "desafortunada coincidencia que probablemente tendrá una motivación detrás". Los albaceteños, todavía con el susto en el cuerpo, creen “no merecer el trato recibido”. El candidato a la Alcaldía de Zaragoza, sin duda más flamenco, emplea términos como "auténtica provocación y falta de respeto". La banda del Ayuntamiento no hace declaraciones, pero denuncia la rotura de unos timbales. Guionistas de todo el mundo se lamentan por no haber ideado este sketch antes.

 

Posdata. La todavía perpleja editorial de La Carrera del Siglo, mientras lamenta que sus relatos no tengan la intensidad y la capacidad de sorpresa de esta historia real, no puede sino plantear a los fogosos manifestantes una sencilla y amena reflexión: pregúntense simplemente si entre todos aquellos señores de la “Muy Noble, Muy Leal y Felicísima Ciudad de Almansa”, ataviados con sus indecorosos atuendos históricos, no podría haber también, pese a todo, algún que otro devoto oyente, ahora un tanto confuso, de nuestro ínclito Fedeguico.

(Para más información, no dejen de leer los artículos de Heraldo y Periódico de Aragón al respecto)

Manifestación

Manifestación

Nunca voy a manifestaciones. Cada día más, me desquicia toda esa simbología vacua que, a mi entender, sólo sirve como bálsamo para la autocomplacencia y de distracción de las masas. Lo mismo me da símbolos preconstitucionales que manos blancas, banderas autonómicas, ataúdes, caretas de líderes mundiales o lazos de diversos colores; a base de repeticiones, les sucede lo mismo que a las palabras, que acaban perdiendo el sentido. En más de una ocasión, de pequeño, fui con mi padre a algún Primero de Mayo, y al margen de la formidable colección de pegatinas, chapas, gorritas y banderolas que me llevaba, no me acababa de quedar muy claro qué hacía toda aquella gente dando aquel mastodóntico paseo por Independencia. Lo mismo me sucedió, más crecidito, con las Marchas desde la Base Americana (dirección contraria a la habitual, nótese) reivindicando la recolocación de los trabajadores de la P.A.E., que siempre se convertían en un improvisado y copioso almuerzo itinerante pero que, como se pudo ver con el tiempo, no llegaron a ningún puerto por más empeño que pusiéramos soplando en nuestros silbatos.

Sin embargo, hay una manifestación a la que sí que acudiría. Una manifestación espontánea, cívica, con prohibición expresa de asistencia a cualquier sujeto que presentara una excesiva significación política: nada de afilados con carnet, episcopalianos, periodistas de medios tendenciosos -de uno y otro bando-, excandidatas con chupa de cuero, expresidentes con bigote y otras gentes de mal vivir. Una que reivindicase el cese de las sandeces de los cargos políticos electos por encima de cualquier cosa; que recuperara el derecho a tirar a la gente al pilón. Convocada bajo el lema genérico “Distingo entre palabra y palabrería: POR CADA TONTADA, UN POLÍTICO AL PILÓN”, podría contar con otros eslóganes, del tipo “Al menos guíñame un ojo”, “El lema nos ha salido a la primera”, “Un poco de vergüenza torera”, u otros más obvios en plan “Pozí podría ser parlamentario”, “Mi galápago dice cosas más inteligentes” o “Consigues que crea que me tomas por tonto”. Que de alguna manera les quedara claro; a mí no me están tomando el pelo.

Y es que cansa, cansa mucho tener que escuchar a diario tal sarta de melonadas, que a uno le dejan con la duda de si exiliarse al Congo Belga (o a Ngoma, dichosa república ya casi olvidada) o echarse al monte con un fusil.

Debería ser una manifestación blanca, silenciosa, sin insignias ni consignas; simplemente gente caminando, con las manos en los bolsillos y cara de cansancio, conversando sosegadamente en torno a una novela, su último viaje, el mejor café, el caudal del Ebro, sus cinco canciones favoritas, recetas de cocina imprescindibles, o lo bonito que puede llegar a ser ver cómo sale el sol sin que nadie venga a joderte a gritos la mañana.

Cómo no brindar

Cómo no brindar

La Carrera de Siglo existe al margen de la actualidad. Rehuyéndola; apenas rozándola levemente, y de manera ocasional. Procurando huir de lo trascendente en favor de lo banal y cotidiano, que para esta redacción –hace ya tiempo más interesada en las historias que en la Historia- es en realidad lo poco que tiene alguna relevancia.

Y, claro está, seguirá siendo así.

Sin embargo esta noche comenzamos, de manera inesperada y tal vez prematuramente, una nueva sección: La Vista Cansada. Y encima, para mayor confusión y desastre, comenzamos con un tono que no es el pretendido, ya que “La Vista Cansada” -que ya llevaba algún tiempo entre bambalinas, esperando su momento- no quiere ser más que un hueco desde el que ver la cara B de las noticias, comentarios en trono a la actualidad sin ningún criterio ni contexto, sin pies ni cabeza (vaya, como el resto del blog, para hacernos una idea). Así que, ante la excepcionalidad de la situación, seremos breves.

 

Y es que esta noche la Historia y las historias se entremezclan sin remedio. En un hospital de Santiago de Chile hoy ha muerto uno de esos tipos que jugó con un país entero como quien maneja la Playstation; y no se trata del contexto político, ni del golpismo, ni de la ideología, sino de la pregunta de cómo consigue uno dormir cada noche con una lista de torturados, ejecutados y desaparecidos junto a la almohada, tratando de creerse que todo aquello tiene algún sentido y con los empleados del Banco Riggs doblando turnos para contar los billetes.

Empezaba a resultar irritante ese asunto suyo -y de su mujer, menuda bruja- de zafarse de la justicia a base de dudosas circunstancias médicas; al menos esta vez era verdad. No le tenía más animadversión que a otros personajes que con mayor o menor discreción manejan o han manejado el mundo sin dos dedos de frente; pero cómo no brindar, aunque sea discretamente, por este efímero momento de felicidad de esos que lo padecieron en sus propias carnes.