"CAPITÁN.-¡Woyzeck! Tú siempre tienes un aire inquieto y apresurado. Los hombres buenos no son así. Los hombres buenos que tienen su conciencia tranquila... Pero ¿por qué no dices nada, Woyzeck? Vamos, di cualquier cosa. Por ejemplo..., ¿qué tiempo tendremos hoy?
WOYZECK (mojando el dedo y levantándolo).- Malo, señor Capitán, malo. Hace viento.
CAPITÁN.- Sí, sí; ya lo percibo. Siento que corre por ahí fuera. Semejante viento me causa la impresión de un ratón. Parece que tendremos un viento de sur-norte, ¿eh?
WOYZECK.- Sí, señor Capitán.
CAPITÁN.- ¡Ja, ja, ja!¡Sur-norte!¡Ja, ja, ja!¡Oh, eres tonto!¡Eres completamente tonto! Woyzeck, eres un buen hombre..., pero no tienes moral, Woyzeck. La moral, ¿me comprendes?, es cuando se comporta uno moralmente. Es una palabra excelente. Pero tú tienes un hijo sin la bendición de la Iglesia, y, como dice nuestro venerable señor capellán de la guarnición: «Sin la bendición de la Iglesia, no es mío. »
WOYZECK.- Mi Capitán, Dios no se fijará menos en la pobre criatura porque el «amén» no se haya dicho sobre ella antes de hacerla. El señor dijo: «Dejad que los niños vengan a mí. »
CAPITÁN.- ¿Qué estás diciendo?¿Qué clase de respuesta es ésa? Te aseguro que me hace sentir un gran malestar espiritual dicha respuesta. No te hagas el distraído y explícate.
WOYZECK.- La gente pobre como nosotros... Vea, señor Capitán: el dinero, el dinero, ¡todo es cuestión de dinero! El que no tiene dinero..., ¿cómo se las arregla para poner en el mundo un niño de una manera moral? Y uno también está hecho de carne y de sangre. Lo que pasa es que nosotros somos unos desdichados en este mundo y también en el más allá. Creo que hasta en el cielo tendremos que empujar las nubes para que al chocar produzcan los truenos.
El CAPITÁN ha escuchado a WOYZECK moviendo la cabeza y ahora le reprende.
CAPITÁN.- Tú no tienes virtud, Woyzeck; tú no eres un hombre virtuoso. ¡De carne y de sangre! Cuando miro por la ventana en los días de lluvia y veo cómo las muchachas se levantan las faldas para saltar por encima de los charcos y enseñan sus pantorrillas, envueltas en sus mediecitas blancas -¡maldita sea, Woyzeck!-, entonces me invade el amor. Yo también tengo mi carne y mi sangre; pero ahí está la virtud, Woyzeck, ¡ahí está la virtud! Sin la virtud, ¿qué sería del mundo? En cambio, siguiendo sus preceptos, ¡qué tranquilidad de espíritu! Siempre me digo a mí mismo: «Capitán, eres un hombre virtuoso, un hombre bueno, un hombre muy bueno. »
WOYZECK.- Sí, mi Capitán..., aunque esto de la virtud no llego a comprenderlo del todo. La gente común, los pobres como nosotros, no tenemos virtud. Y así nos dejamos arrastrar por la Naturaleza. Pero si yo fuese un señor y tuviese un sombrero y un reloj, y supiese hablar con distinción, por supuesto que sería virtuoso. Debe ser algo muy hermoso eso de la virtud, señor Capitán; pero yo soy un pobre diablo.
CAPITÁN.- Anímate, Woyzeck. En el fondo eres un hombre bueno, un hombre muy bueno. Pero piensas demasiado, y eso es malo. Siempre tienes ese aire de prisa y ansiedad. Te aseguro que esta conversación me ha afectado. Vete ahora y no corras tanto. Camina siempre despacio, siempre bien despacito por la calle. Así..., así...
El CAPITÁN sale marcialmente. La pequeña banda militar le dedica unos compases."
Woyzeck, de Georg Büchner (1813/1837).
Obra inconclusa, publicada en 1880.