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El fuacalo lector

Palpatine está de Vía Crucis

Palpatine está de Vía Crucis

Me he visto de principio a fin el vía crucis del Papa, ese que hacen por el Coliseo de Roma, con el aliciente añadido de la puesta de largo de Benedetto XVI tras el tan llorado óbito de Wojtila -que vendría a ser algo así como sustituir a Caruso en Rigoletto y en el Metropolitan-. Indudablemente es un espectáculo con serios problemas de ritmo, pero la tensión escénica y la dirección artística (excelentes los decorados, vestuario y atrezzo) lo suplen sobradamente. En general me fascina toda la imaginería y la liturgia católica, pero es evidente que cuando mejor les sale es cuando anda el Santo Padre de por medio.

Quizá un par de apuntes para el equipo de dirección de la edición de 2007, que en algún momento de aquí al año que viene seguro que me visitan el blog y dejan algún comentario: que cambien al protagonista, que ese da miedo; y esa cruz gigante, ardiendo, en mitad del Coliseo, que la quiten, que resulta un pelín satánica. Del tema del guión, aunque el argumento en general yo creo que más o menos lo he cogido, debo reconocer que no puedo opinar demasiado: a la vez que me veía el Vía Crucis estaba escuchando Carrusel Deportivo, que jugaba el Barça.

Todavía tengo que darle alguna vuelta, pero creo que para el año que viene igual solicito al Vaticano hacer un relevo de cruz, que he visto que al principio la lleva Mazinger pero que en cuanto se harta se la coloca a un obispo que lleva a un lado. Después, y con un orden jerárquico exquisito, los relevistas han sido un matrimonio con dos hijos, un seminarista que miraba a cámara todo el rato (eso haré yo), una monja diminuta, un par de frailes -el 2º negro, muy bien el detalle multicultural-, varias jóvenes disfrazadas como la Vicepresidenta del Gobierno en su gira africana y una monja filipina (el apunte toponímico es de Beatriz, que también lo estaba viendo mientras hablaba por teléfono). Me ha parecido mucho más resultón que hacer un relevo de la antorcha olímpica: es más exclusivo, menos distancia, no hay que correr, vas vestido de calle y lo televisan entero.

Yo ya tengo pensado cómo conseguirlo: les diré que he hecho alguna promesa o algo a la Virgen y al apóstol Santiago (que yo sé que el Papa es muy devoto suyo) y así me dejarán salir seguro. Lo echan en La 2 el día de Viernes Santo, no dejéis de verlo -cuando ahueque discretamente el sobaco derecho será que os estoy saludando-.

Sigmund Freud o de porqué no me gusta la jota

Sigmund Freud o de porqué no me gusta la jota

Siempre me ha tenido intrigado el porqué de mi profunda aversión hacia la jota en todas sus variantes –ya sea cantada, bailada, o interpretada por rondalla-. Sé por mis sentimientos que no se trata de algo estrictamente musical; hay otros muchos géneros que no son de mi agrado y que no me generan reacción alguna. Sin embargo, cada vez que uno de esos baturros agarra con saña una cuerda de guitarra como si quisiera arrancarla de cuajo, o cuando los bailarines pegan esos brincos en los que golpean entre sí sus alpargatas para finalmente caer al suelo con estruendo, un escalofrío me recorre de arriba abajo, y un súbito deseo de aniquilar hace que toda la sangre de mi cuerpo se me acumule en las sienes durante algunos segundos.

Tras años de reflexión en torno a este asunto, y de infructuosos análisis de los diferentes estilos y grupos de joteros -por mi trabajo he tenido numerosas oportunidades para ello, llegando a escuchar en directo “Los Sitios de Zaragoza” hasta tres veces al día durante diez días consecutivos al año-, llegué a la conclusión de que tendría que haber una causa más profunda. Así que, dejando a un lado los factores intrínsecos del género, me centré en mi relación con el mismo, desde la infancia. Y, finalmente, ya lo he descubierto: ahí estaba el quid de la cuestión.

Tendría yo cinco o seis años cuando tuvo lugar el desgraciado incidente que, digo yo, ha debido marcar mi relación con el recio folklore aragonés de por vida. Un bonito domingo por la mañana, mi padre, mi pelota y yo nos fuimos al Parque Grande, a dar un paseo y jugar un rato. Ese mismo bonito domingo, en el Paseo de los Bearneses, junto al recién inaugurado bodriomonumento a Paco Martínez Soria, tenía lugar una entrega de premios (reproducciones del busto del insigne actor) a destacados aragoneses.

Nosotros llegamos cuando se lo daban a la sin par Conchita Carrillo. Mi metro de altura y yo perseguíamos el balón soñando con ser algún día Juan Señor cuando Conchita, toda briosa, bajaba del escenario por la rampa blandiendo su flamante galardón.

Del encuentro entre la parte superior de mi metro de altura (véase mi cabeza) y el brío de la Carrillo, concentrado en la mano en la que portaba el trofeo, surgió una considerable brecha en mi frente que sangró abundantemente, una breve disculpa farfullada por parte de la periodista y una bronca de mi padre a la susodicha -no le metió una hostia por casualidad-. Evidentemente, en ese momento yo no conocía el profundo vínculo de Doña Conchita con la jota; sin embargo con el paso del tiempo lo fui sabiendo, y algo en mi cabeza -qué ironía- relaciona desde entonces sin transición a Paco Martínez Soria, la Jota, Doña Conchita Carrillo y la Violencia en el Deporte.

Aún ahora, al ver a mi querida Conchita -sin que deban mediar jotas que la acompañen-, el recuerdo de un viejo dolor de infancia en la cicatriz cruza por mi frente.


 

P.D.- La fotografía que acompaña a este ejercicio de psicoanálisis, podrá dar idea al lector de las contundentes aristas de la escultura. Del mismo modo, el autor quiere aclarar que, pese a todo, no guarda ningún rencor hacia la entrañable periodista.

Descoordinación a la puerta del cementerio

Descoordinación a la puerta del cementerio

12:35

El 34 (Almozara/ Cementerio) llega hasta arriba de gente pertrechada con ramos de flores, paños, limpia-cristales y escobas. Porcentaje muy superior de mujeres, en torno al 80%. La mayoría llevan faja. Algunos rosarios. Día de Todos los Santos. Humedad relativa, 74%.

12:39

El coche fúnebre, seguido del cortejo, sortea como buenamente puede a los centenares de ancianas que acicalan mármoles como si fuera el baño de su casa. Dos operarios fuman junto a un ciprés. Una lluvia fina hace acto de presencia. Primeras bolsas del Sabeco en las cabezas.

12:41

Tres frailes capuchinos conversan animadamente mientras caminan entre los nichos. Dos señoras se besan en la mejilla; una de ellas con toquilla. El coche fúnebre hunde una rueda en el barro; acelera para salir y pone perdidos de barro al sacerdote -de blanco y violeta- y a la viuda –negro riguroso-. El conductor baja del coche, visiblemente abochornado; con un pañuelo trata de limpiar la chaqueta de la viuda. Sin querer, en un descuido fatal, le roza un pecho.

12:42

El hijo de la viuda tumba al conductor del coche fúnebre con un magnifico crochet de izquierda. Un operario amigo del conductor, ajeno a lo acaecido hasta ese momento, se abalanza sobre hijo del finado. Más barro, principalmente en la sotana del cura, pero también sobre varios allegados de la familia.

12:44

Al menos quince personas entre empleados, familiares y viandantes toman parte en un todos contra todos inexplicable. Considerable confusión en los golpes; hacia la mitad del cortejo fúnebre, amigos de la familia que no se conocían entre sí se sacuden con fiereza. La suegra del finado se esfuerza en coordinar la pelea dirigiendo a todos contra el conductor del coche; recibe un bolsazo de su consuegra, que aprovecha para saldar viejas rencillas.

12:55

Efectivos de la Policía Nacional hacen acto de presencia en el lugar de los hechos. Quedan detenidos la viuda, el hijo de la viuda, el conductor del coche fúnebre, el operario, cuatro de los allegados y un jardinero de la instalación (que simplemente había acudido a apaciguar los ánimos, pero que en la ronda de cacheos fue descubierto con enorme piedra de hachís en un bolsillo). El coche fúnebre queda inmovilizado y precintado, obstruyendo la vereda. Por un lamentable error, uno de los frailes capuchinos permanece retenido en un furgón policial durante veinte minutos.

Por la megafonía, en un descuido, suena “Bulería” de Bisbal en lugar del “Réquiem” de Mozart mientras un funcionario ruega una oración por las almas de los difuntos. Se intuyen varios despidos. Las mujeres manipulan con inusitada velocidad sus rosarios; los monjes capuchinos se hacen disimuladamente con el resto del cargamento del jardinero, tirado con las prisas entre unos arbustos. Vuelta paulatina a la normalidad. Alguna que otra lágrima. Fregonas, ramos de claveles, lirios y pensamientos. La lluvia arrecia.

El futón viajero

El futón viajero

Un futón es una especie de sillón chino, que sirve a su vez (variando su posición) de cama y de chaise-longue. He adquirido uno recientemente, el tapizado es como un papel de pared de los 70, muy pop, rojo y crema. Muy recomendable, resulta muy cómodo y atractivo.

Mi futón lo compré en Madrid, y al tener que tapizarlo quedé con la dependienta en que me lo enviarían por mensajería a casa (a Zaragoza) en unos diez/ quince días. Satisfecho con el asunto, me fui de la tienda -y de Madrid-, a la espera de recibir mi flamante futón.

Pero hete aquí que, transcurridas tres semanas desde el día de la compra, el futón no había llegado. Así que decidí llamar a la tienda, para saber si había algún contratiempo.

Al oír mi voz y reconocerme, la dependienta se puso visiblemente nerviosa y empezó a balbucear:

“Ehhh… sí…, precisamente quería llamaros hoy…, verás…,¿no te habrán llegado por casualidad unas puertas de (palabra ininteligible que no alcancé a entender ni mucho menos a repetir)?”.

Algo perplejo, respondí que no.

“Ya…verás…, es que tu futón está ahora mismo… en San Sebastián”

Al parecer, una confusión en la empresa de mensajería había cambiado el destino de varios paquetes -si bien yo nunca recibí las susodichas puertas, tal vez me lleguen en un futuro próximo-, enviando mi futón a varios destinos erróneos, siendo el último de todos ellos San Sebastián.

Lejos de enojarme, me pareció divertido pensar que mi futón era un futón con carácter, viajero, y que antes de residir definitivamente en mi estudio había decidido conocer mundo. Ahora que ya está en casa lo miro con respeto, y con cierta sensación de que si un día decide irse nada ni nadie podrá impedírselo.

 

No dudéis en adquirir un futón. Son fascinantes. Todavía no me he atrevido, pero supongo que pronto empezaré a hablarle. Tenerlos en casa es un lujo, hacen mucha compañía. Y son mucho más interesantes, sin duda, que los sillones; los míos al menos fueron incapaces de hacer otra cosa que venir directamente desde la tienda.

Día 1/La carrera del siglo

Día 1/La carrera del siglo

Aquí comienza "La carrera del siglo". Y supongo que la mejor manera de arrancarla, será explicar el título:

"La carrera del siglo pudo ser el acontecimiento seypo más recordado de todos los tiempos: un reto a cuatro kilómetros entre Merchán y Monchito, muy farrucos ambos en el desafío. Generó tanta expectación que para el evento se barajó la pista de la Granja o la de la Universidad, e incluso la posibilidad de contratar una banda de dixie que tocara la canción de Benny Hill mientras corrían. Hubo rumores de dopaje, se levantaron apuestas... La cosa llegó hasta tal extremo que Monchi entrenó un par de veces –sin demasiado éxito, a decir verdad-. Sin embargo, conforme se fue acercando la fecha (Enero de 2003) ambos se fueron rajando discretamente, sin duda porque se sabían incapaces de completar el primer kilómetro sin necesitar asistencia.

Finalmente, y para gran decepción de la hinchada, el gran duelo nunca llegó a disputarse".

Diccionario Seypo, pág. 4 (VV.AA)
Ed. El Fuacalo Lector, 2006

Supongo que la explicación deja varias incógnitas en el aire: ¿qué es "seypo"?¿Quiénes son "Merchán" y "Monchito"?¿de qué carajo están hablando...? Sin duda todas estas preguntas se irán disipando, siempre y cuando este blog tenga continuidad. Y surgirán nuevos personajes, nuevas historias, mayores tontadas... Quiera el azar dotarnos de lúcidez para explicar todo esto y de ánimos para escribirlo. Iremos viendo.

De momento, y para mayor confusión en la audiencia, comenzaremos con un relato breve por capítulos (rollo serial) que nada tiene que ver con los anteriores personajes, ni con nada. Una historia sobre Le Grand Vatel, cocinero de la Francia de Luis XIV. En fin, qué le vamos a hacer (tampoco prometíamos ser ordenados)...

Bienvenidos.