Blogia
lacarreradelsiglo

Hora en ninguna parte

Hora en ninguna parte

Pierdo el tren con la misma facilidad que de costumbre. La chica de la ventanilla de información me sonríe; sabe de sobras que otra vez ha vuelto a sucederme.

Así que compro en el kiosco del andén Expansión, Cosmopolitan, una simpática postal de un culo con ojos y sombrero y un paquete de Trident (de fresa). Sentado en un banco relleno el test de la Cosmopolitan; descubro que los hombres que se sienten atraídos por mí no saben cómo iniciar una conversación conmigo.

Me tomo un cortado en el bar de la estación. Magnífico bar, sin duda: calendario con chica en bikini, camarero con bigote y chaleco, San Pancracio, banquetas de skay y billetes del mundo pegados por la pared de la barra. La tele encendida en silencio y radiolé a todo trapo. Pido también un bocadillo de calamares, para el viaje. Lo envuelvo con las páginas centrales de Expansión: es un diario tremendamente aburrido, pero un excelente papel secante.


Con el camarero comentamos la crisis del Madrid: procuro no posicionarme demasiado, no vaya a ser merengón. Nunca se me ha ocurrido preguntarle su nombre, sin embargo a menudo converso con él y con algún otro parroquiano sobre temas triviales de actualidad. Recorremos materias recurrentes: previsión meteorológica, fórmula uno, obras públicas inconclusas, el tráfico... Obviamos temas del tipo “Aznar”, “ministros sinvergüenzas” o “gobierno y oposición” por petición expresa del camarero, que no quiere tener más líos en la cafetería. Dejo propina y salgo. Le oigo gritar “¡bote!”, y las monedas resonado dentro de una lata.


Vuelvo a la Cosmopolitan. El horóscopo es claro: un nuevo romance florecerá cuando un chico encantador quede prendado de mi espíritu aventurero. Una madre peina a su hijo, le revisa la mochila. En el apeadero de enfrente, una chica con maletín y traje repasa distraída unos apuntes. La estación vuelve a llenarse de gente lentamente: voces y ruido de maletas. Cuando uno ya está en la estación no quedan prisas.

 


Pasa una hora completa. Me subo al siguiente tren. Otra vez toca dar explicaciones en el trabajo; ya inventaremos algo. Miro el andén por la ventanilla, atrapado por un absurdo sentimiento de nostalgia. Mientras me alejo la chica de información y su sonrisa risueña me dicen adiós con la mano.

1 comentario

Asociación AS -

Desde la asociación AS (Amantes del Skay) le felicitamos por su relato.